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viernes, 29 de enero de 2016

MÁS DISCIPLINA POSITIVA: HECHOS, NO PALABRAS

Continuamos con las estrategias básicas que se plantean desde la disciplina positiva de cara a lograr mayor armonía en nuestro hogar y a que nuestros hijos crezcan educados en la responsabilidad.

HECHOS, NO PALABRAS

Planteamos en la entrada anterior la importancia de decidir lo que se va a hacer y hacerlo. Pero en ocasiones nos perdemos en las palabras, en las explicaciones. Ahora vamos a ver, como variante de la estrategia anterior, cómo “actuar en lugar de hablar”.
Como padres dedicamos mucho tiempo a rogar, negociar, sermonear y explicar a nuestros hijos acerca de su comportamiento, de lo que esperamos de ellos. Los niños dejan de escucharnos cuando hablamos demasiado.
Si educamos con palabras entregamos el poder a nuestros hijos, que deciden hacer lo que les da la gana en lugar de lo que les decimos.
Es mejor dar de la mano al niño y llevarle al baño a lavarse los dientes, o meterlo en la bañera o en la cama, que perdernos en palabras que, de tan repetidas, terminan convirtiéndose en sermones vacíos, cuando no en gritos o amenazas.




Algunos ejemplos de cómo llevar esto a cabo:
  • En lugar de pedirles una y otra vez que se callen, callarse y esperar hasta que se den cuenta.
  • Si se pelean por un juguete, sin decir nada, cogerlo y guardarlo fuera de su alcance.
  • Si golpea la mesa con el tenedor, pedirle que pare una vez y, si no para, retirárselo.

Un gran error que cometemos en relación con esto es preguntar a los niños cosas que no pueden ser cuestionadas: “¿Vas ya a la cama?”, “¿Vienes a cenar?”, “¿Te quieres poner el cinturón?” La respuesta a estas preguntas fácilmente va a ser “No”.
Para evitar esto debemos dar instrucciones precisas de lo que se tiene que hacer: “Es la hora de ir a la cama”, “Es la hora de cenar”, “Ahora, a abrocharse los cinturones”.
Las cosas son así y no hay necesidad de convertirlo todo en un debate en familia.
Otro consejo es asegurarse de que se está en la misma habitación que los niños cuando se les pide algo y establecer contacto visual. Así es más probable que los niños atiendan.

Nuestra acción mejora la atención de nuestros hijos.

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